¿Es malo sentir emociones desagradables?

A lo largo de nuestra vida nos han enseñado que existen emociones positivas y negativas. Nos ha parecido lógico y razonable por lo que cada emoción nos hacía sentir. Pero esto es totalmente falso. Las emociones no son buenas o malas. Son respuestas adaptativas al entorno y a los estímulos internos y externos que recibimos.

Lo que realmente sucede es que hay emociones que nos resultan más agradables, como la alegría, y otras menos agradables como la tristeza.  Pero todas son necesarias y útiles, sólo debemos aprender a gestionarlas de una manera correcta y práctica. Por ejemplo, la emoción de la tristeza o la ira es una de las emociones más difíciles de gestionar para el ser humano. Todos seguramente hemos pasado ya por momentos y situaciones que nos herían o que han hecho que nos enfademos y lleguemos a explotar. Lógicamente, nuestra primera impresión es que no nos “gustan” esas emociones, y por tanto tratamos de evitarlas.

Lo contrario ocurre con emociones como la alegría. Nos hacen “sentir” bien. Nos gustan. Tratamos de repetirlas y crear situaciones en las que esa alegría vuelva a aparecer. Pero como decíamos antes, cada emoción cumple una función, no hay emociones buenas o malas, y de lo que se trata es de saber gestionar cada una de ellas.

Imaginemos que nos encontramos ante un atraco. La emoción que se dispara es la del miedo. ¿Es malo? Al revés. Nos pone en alerta para poder reaccionar y huir. ¿Qué pasaría si hubiésemos sentido alegría? Podríamos decir casi con total certeza que no nos está sirviendo para nada y es más, sería contraproducente en una situación así.
¿Cómo aprender entonces a gestionar nuestras emociones, a que no nos dominen, y que nos resulten útiles en el día a día?

Antes de nada, debemos conocerlas, identificarlas. ¿Qué es lo que siento?¿Miedo, tristeza, enfado? A continuación tenemos que observar y darnos cuenta de qué es lo que ha generado esa emoción: una mala noticia, un mal gesto de otro conductor, un cambio en la planificación del día…
Y una vez hemos hecho este ejercicio, aprendemos a gestionar. Sí, a gestionar. Es la parte más complicada, pero que con entrenamiento diario llegaremos a dominar.
Por ejemplo: si ante un cambio de planes me enfado, y he detectado que me pasa siempre, lo que estoy mostrando es que no soy capaz de asumir cambios, es decir, que estoy un poco “flojo” en la competencia emocional de la flexibilidad o adaptabilidad. ¿Puedo cambiar? ¿Puedo evitar que los cambios de planes haga que me enfade? ¿Puedo aprender a ser más flexible?
Por supuesto. Poco a poco. Márcate una meta diaria concreta relacionada con la flexibilidad. Por ejemplo, cámbiate tú mismo un pequeño plan previsto: en lugar de salir a las 8.00h a correr, plantéate salir a las 8.05 h. Es un cambio mínimo pero que te supondrá mucho esfuerzo, lo sabemos.

Trata de hacerlo cada día. Cuando ya no te enfades contigo mismo por haberlo retrasado cinco minutos, y ver que no pasa nada, busca otro pequeño cambio y lucha por conseguirlo. Poco a poco verás como eres capaz de controlar tus reacciones ante los cambios de planes. Aceptar las emociones  nos ayuda a aprender de ellas, a conocernos y desarrollar una autoestima autodominio que todos buscamos para la realización personal, y que se deja ver también en nuestro ámbito profesional. Anímate a entrenar tus emociones con nosotros, bajo el asesoramiento de un coach y un contenido multimedia único en el mundo para desarrollar pequeños hábitos que supondrán grandes cambios en tu calidad de vida y en tu salud emocional.