Vivimos tiempos de constantes cambios.
Ahora mismo, con el curso escolar ya empezado para los más pequeños, los adultos nos enfrentamos a cambios también en nuestra forma de trabajar.
Muchas empresas y personas se vieron obligadas a teletrabajar por motivos ajenos a ellos, la situación de Covid era alarmante y no se podía hacer de otra manera. Organizaciones y trabajadores tuvieron que aprender de un día para otro a manejar herramientas digitales y a trabajar con sus compañeros, clientes y proveedores a distancia. En muchos casos, no daba tiempo a “digerir” todo lo que estaba pasando porque la urgencia llevaba el timón.
Ahora, otra vez, nos vemos inmersos en el cambio. Se ha regresado a la presencialidad en una gran parte del tejido empresarial español y esto implica más cambios: nuevos hábitos mixtos, horarios menos flexibles, contacto humano y misma digitalización que se supone que ya conocemos y hemos interiorizado durante los pasados meses.
Pero la realidad es que no ha sido así. La digitalización no funciona si no va acompañada de una serie de competencias emocionales. ¿Sorprendidos? Os explicamos ahora por qué.
Ante cualquier cambio repentino en la vida podemos reaccionar a priori de dos maneras: podemos bloquearnos o podemos ejecutar sin que realmente se produzca un cambio en nosotros. Internamente, nos mantenemos al margen de esa nueva situación aunque parezca que vamos de la mano con ella.
En todo proceso de cambio, en este caso de digitalización, es necesario acompañar a las personas. Enseñar y entrenar en aspectos como la flexibilidad o capacidad de adaptación, el optimismo ante la novedad, o la resiliencia cuando nos encontramos ante las dificultades propias del cambio, son cruciales para que cualquier nueva situación (como la digitalización) se acepte, se dirigiera, y se convierta en una realidad.
Las habilidades emocionales bien desarrolladas son como el aceite en un engranaje: si contamos con ellas, las piezas girarán y funcionará todo según lo previsto. Pero si no lo hacemos, parecerá que funciona al principio, pero dejará de hacerlo en cuanto no nutramos emocionalmente el sistema.
Un proceso de cambio, de transformación cultural o digital, debe verse acompañado de un apoyo y entrenamiento emocional de las personas. Solo así podremos decir que el proceso por el que se ha pasado se ha superado con éxito.
Por eso, ahora más que nunca, debemos ser emocionales. En concreto, emocionalmente inteligentes. Porque somos personas y no meras máquinas. Porque queremos aportar y guardar una unidad interior, sin roturas.