Vivir en familia con inteligencia emocional

¿Sorprendid@? Sí. 

La inteligencia emocional comienza en la familia. Aquí es donde nacen las primeras relaciones, donde se aprende a respetar y compartir, a negociar, a persuadir, a ser resiliente… Quizá no le habías dado este nombre antes, pero así es como se denomina a la gestión de todas estas “habilidades blandas” (tan demandadas, y con razón, en el aspecto profesional) que se aprenden mediante la observación y la imitación, es decir, mediante el entrenamiento, la repetición de actos y la adquisición de hábitos. Es inteligencia emocional.

Y ahora que le ponemos nombre y sabemos que se desarrolla en primer lugar en la familia, vamos a darte algunas pistas para que visualices algunos de los comportamientos que posiblemente tengan lugar en casa, y por otra parte cómo se pueden desarrollar determinados hábitos para que tus hijos sean emocionalmente más sanos, equilibrados e inteligentes. Es decir, para ayudarles y darles las herramientas necesarias para la vida.

Estar en familia implica, necesariamente, comunicarse. Una familia no se trata sólo de un grupo de personas que conviven. Es mucho más. Lógicamente, la comunicación es un pilar básico en la construcción de las relaciones humanas. Tanto dentro de la pareja (la falta de comunicación es una de las causas fundamentales de las rupturas) como desde que nacen los hijos, todo es comunicación. Nos vamos entendiendo con los bebés mediante el tacto, la voz, las caricias…a medida que van creciendo, con la interpretación de nuestros gestos y el lenguaje; cuando entran en la adolescencia mediante conversaciones, muchas veces interminables y aparentemente siempre iguales, para que entiendan el por qué y el sentido de tantísimas cosas. Una comunicación clara y efectiva previene muchos conflictos y sienta las bases de las relaciones interpersonales.

La flexibilidad, por otra parte, es una habilidad importantísima en la familia. Y más hoy en día. De ser uno a ser dos, de dos a tres, hoy aquí y mañana en el extranjero, con trabajo y luego sin él, una guardería, un colegio, luego otro, el trabajo profesional, una nueva casa…Todos son cambios que tienen lugar continuamente, y que suponen un esfuerzo si queremos adaptarnos. Hacerlo de una manera equilibrada, gradual, sin cambios abruptos y teniendo en cuenta la personalidad de cada miembro de la familia, hará de la flexibilidad el aceite para que funcione bien el engranaje familiar.

Y precisamente porque no consiste solo en un grupo de persons que cohabitan, debemos entrenar constantemente el trabajo en equipo. Una familia es el mejor ejemplo de lo que realmente es el trabjao en equipo, lo que pasa es que a medida que crecemos parace que se nos olvida… Nos encontramos con personas de sexos diferentes, edades diferentes, con mentalidades distintas, enfoques que muchas veces tienen poco en común (padres versus adolescentes por ejemplo), con personalidades dispares y habilidades, puntos fuertes y débiles también diferentes. En el mundo empresarial se definiría como una locura. Un equipo imposible de gestionar y de que saque adelante algo.

Pues nada más lejos de la realidad. Precisamente porque se tiene toda esa riqueza, el trabajo en equipo (que no es un mero reparto de trabajos) que se realiza en familia es de altísimo valor. Saber combinar todos los elementos para ser mucho más que un 2+2=4 sino un 2+2=22 es un arte. Y ser parte del mismo nos enseña a “replicar” la estrategia y a saber cómo hacerlo cuando crecemos y nos unimos al mundo laboral.

Con todo lo anterior, ¿cómo crecer en estas habilidades en familia? Te proponemos algunos ejemplos como los siguientes:

          Juegos de mesa: sí, los de toda la vida. Desde el Pictionay o Gestos (comunicación no verbal), al parchís (estrategia y suerte-o no- con los dados), carreras de sacos y relevos (trabajo en equipo y trabajar un objetivo común)

          Masterchef familiar, concurso de tapas, cupcakes o galletas creativas (competitividad sana, búsqueda de la excelencia, trabajo en equipo)

          Búsqueda del tesoro y libros del tipo “elige tu propia aventura” (trabajo en equipo, gestión de la incertidumbre y asunción de consecuencias)

          Propón un plan y en el último momento cámbialo (ojo, ya lo tenías previsto) para enseñar y entrenar la adaptabilidad. Haz también que se propongan varios y que se vote el preferido (comunicación, persuasión, resiliencia y adaptabilidad)

 

Con todas estas ideas, ¿a qué esperas? ¡A disfrutar entrenando!